Literatura Neoclásica  

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La Ilustración fue un movimiento intelectual que provocó que el siglo XVIII fuera conocido como el «Siglo de las Luces». El culto a la razón promovido por los filósofos ilustrados conllevó un rechazo del dogma religioso, que fue considerado origen de la intolerancia, y una concepción de Dios que pasaba de regir el mundo mediante las leyes naturales a desaparecer en concepciones ateas del universo. Los ilustrados promovieron la investigación de la naturaleza, el desarrollo científico-técnico, la educación y la difusión general de todo tipo de conocimientos; fueron los tiempos de L'Encyclopédie.


El arte se hizo así más accesible y con menos pretensiones, y la literatura se dirigió a un público más amplio, planteándose como un instrumento social. El aumento del número de lectores, especialmente entre la burguesía, plantea la figura del escritor como un profesional, y la escritura como su fuente principal o secundaria de sustento.

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Francia fue la primera en reaccionar contra las formas barrocas, y los tres grandes ilustrados, Voltaire, Montesquieu y Rousseau se cuentan entre sus principales exponentes. También destacaron Pierre Bayle, Denis Diderot, George Louis Lecler y Chamblain de Marivaux. En Inglaterra tuvo una gran cantidad de adeptos la novela de aventuras, destacando Daniel Defoe, Jonathan Swift, Samuel Richardson y Henry Fielding, junto a los poetas John Dryden y Alexander Pope.

De la novela se pasó al ensayo como género divulgador de ideas por excelencia. La literatura neoclásica realizó una crítica de las costumbres, incidiendo en la importancia de la educación, el papel de la mujer y los placeres de la vida.Destacaron en España el fraile benedictino Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.

Cobró importancia la fábula, relatos o poesías normalmente ejemplificadas con animales, donde se exponen enseñanzas morales. La fábula se caracterizaba por ser una composición de carácter didáctico, por la crítica de vicios y costumbres personales o de la sociedad, y por la recurrencia a la prosopopeya o personificación. Es el subgénero que más se adaptó a las preceptivas neoclásicas: una composición sencilla en la que la naturaleza interviene, y que enseña divirtiendo. Destacaron los fabulistas Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte en España, y el francés Jean de la Fontaine.

En España, hubo una continuidad barroca en la poesía, con autores como Diego de Torres y Villarroel, que consideraba a Quevedo su maestro; Gabriel Álvarez de Toledo y Eugenio Gerardo Lobo. La segunda mitad del siglo XVII mostraba ya una poesía neoclásica, dominada por su admiración por la ciencia y los temas filosóficos, o centrada en temas anacreónticos y bucólicos, y marcada en ocasiones por el fabulismo. Destacaron Nicolás Fernández de Moratín, autor de Arte de las putas, prohibida por la Inquisición, que pudo inspirar los Caprichos de Goya; Juan Meléndez Valdés y José Cadalso, de la escuela salmantina; los fabulistas Iriarte y Samaniego en Madrid; en la escuela sevillana destacaron José Marchena, Félix José Reinoso, José María Blanco-White y Alberto Lista.

Se dio también una fuerte influencia barroca en el teatro español, especialmente durante la primera mitad del siglo XVIII, con autores como Antonio de Zamora o José de Cañizares. El teatro en España tuvo cambios como la prohibición oficial de representar autos sacramentales, la reaparición del gusto popular por el sainete y la transición de los antiguos corrales a los teatros, como locales adecuados a la nueva concepción del teatro.

A finales del primer tercio de siglo los dramaturgos españoles comienzan a seguir los modelos franceses, como Boileau y Racine, renovando las estéticas aristotélicas y horacianas. La obra de teatro debe ser verosímil, cumplir con las unidades de acción, de espacio y de tiempo, y tener un enfoque didáctico y moral. Destacaron en la tragedia Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Ignacio López de Ayala y Vicente García de la Huerta; en el más popular género del sainete, destacaron Antonio de Zamora, el prolífico Ramón de la Cruz e Ignacio González del Castillo.

Destacó especialmente la figura de Leandro Fernández de Moratín, creador de lo que se ha dado en llamar «comedia moratiniana» (La comedia nueva o El café, El sí de las niñas), en que ridiculizaba los vicios y costumbres de la época, usando el teatro como vehículo para moralizar las costumbres. Seguidores de esta línea son también Manuel Bretón de los Herreros y Ventura de la Vega

Antecedentes del reformismo: los novatores del siglo XVII

Debido a la existencia de la inquisición, el desarrollo científico durante la época de los austrias se vio mermado por la posibilidad efectiva de la censura. El retraso, en consecuencia, con respecto a Europa se manifiesta ya como evidente a comienzos del siglo XVIII. Aun así algunos intelectuales no abandonaron la investigación desarrollando sus estudios en materias como la astronomía, la matemática o la botánica. Además difundieron las teorías científicas de de Galileo Galilei, Kepler, Linneo o Isaac Newton. Entre los novatores destacan: Juan de Cabriada, Antonio Hugo de Omerique, Juan Caramuel, Martínez, Tosca y Corachán. En el siglo XVIII, el legado que dejaron, fue continuado por otros científicos como Jorge Juan, Cosme Bueno, Antonio de Ulloa, etc.



Tras la guerra de Sucesión, los borbones encontraron una España sumida en la miseria y la ignorancia. La península Ibérica tenía apenas siete millones y medio de habitantes. Con una concepción política francesa, Felipe V fortaleció el poder monárquico y potenció un proceso de centralización de la nación, aboliendo los fueros y las leyes de los territorios de la Corona de Aragón. La Iglesia mantuvo su dominio, pese a la expulsión en 1767 de órdenes religiosas como la Compañía de Jesús. Por otro lado, el pueblo llano, formado por ganaderos, agricultores, funcionarios y marginados, carecía de derechos. Los monarcas paulatinamente fueron reduciendo algunos privilegios a la aristocracia hereditaria y adoptaron una postura regalista frente a la Iglesia, con la finalidad de realizar una serie de reformas básicas. A finales de siglo, había mejorado la calidad de vida de los españoles, como así lo demuestra el aumento de la población en casi tres millones de habitantes, cifra sin embargo menor a la de otros países europeos.


Las ideas ilustradas fueron entrando en España a través de diversas vías:
Portada de la primera edición de Fundación y estatutos de la Real Academia Española (1715).

* La difusión de las ideas de algunos ilustrados como Gregorio Mayans, Martín Sarmiento y Benito Jerónimo Feijoo.
* La propagación de las ideas enciclopedistas francesas (Rousseau, Voltaire, Montesquieu), pese a la censura de la época para evitar su introducción en la Península y la vigilancia de la Inquisición.
* Las traducciones de libros franceses de todos los géneros y la contratación de profesores extranjeros o eruditos en determinadas materias.
* Los viajes de estudio y conocimiento de la vida y costumbres europeas realizados por los eruditos e intelectuales.
* La aparición de periódicos o publicaciones donde las ideas ilustradas se difundían.
* La creación de una serie de instituciones culturales y de Sociedades económicas de amigos del país destinadas a promover el progreso social y económico de España mediante la reforma de las prácticas tradicionales. La primera de las sociedades se fundó en el País Vasco en 1765, y pronto se difundieron por todo la nación. Estaba constituida por ilustrados procedentes de la aristocracia, la burguesía y el clero. En este siglo se crearon organismos de gran importancia, como la Real Academia Española, fundada para ocuparse de la lengua española y su literatura. Su lema era Limpia, fija y da esplendor. Esta sociedad pretendía establecer normas para el uso correcto del lenguaje, y su primer esfuerzo se destinó a la elaboración de un Diccionario de la lengua castellana, conocido hoy como Diccionario de Autoridades, en seis tomos (1726-1739). En él se puede encontrar la etimología de cada palabra, y cada acepción va acompañada de un breve texto de un escritor célebre que demuestra la existencia de dicha acepción. Otras instituciones que surgieron en aquella época fueron la Biblioteca Nacional (1712), la Real Academia de la Historia (1936), el Real Jardín Botánico (1755), la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1751), la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (1752) y el Museo del Prado (1785).

El maximo esplendor de la Ilustración en España fue durante el reinado de Carlos III, y su decadencia, por las fechas de la Revolución francesa (1789) y la invasión napoleónica de la península Ibérica, en 1808. Los reformadores, pese a contar con el apoyo de la Corona, no obtuvieron el reconocimiento de los grupos privilegiados; muchos fueron calificados como extranjerizantes y acusados de atentar contra la tradición y la enseñanza religiosa. Tras la Revolución francesa, algunos fueron perseguidos, e incluso, encarcelados

Se distinguen tres etapas en la literatura española del siglo XVIII:

* Antibarroquismo (Hasta 1750, aproximadamente): Se lucha contra el estilo de los últimos barrocos, considerado excesivamente retórico y retorcido.
* Neoclasicismo (Hasta finales del s. XVIII): Se basa en el estilo clásico heredado en Europa de las culturas de la Roma y Grecia antiguas. Los escritores imitan a los autores clásicos antiguos como Virgilio, Horacio y Ovidio y su auge se extendió desde el reinado de Fernando VI hasta bien entrado el siglo XIX.
* Prerromanticismo (finales del XVIII y comienzos del XIX): La influencia del filósofo inglés John Locke y de Laurence Sterne, junto a la de los franceses Étienne Bonnot de Condillac, Jean-Jacques Rousseau y Denis Diderot, hará surgir un nuevo sentimiento, insatisfecho con la tiranía de la razón, que hace valer el derecho de los individuos a expresar sus emociones personales (reprimidas entonces por los neoclásicos), entre las cuales figuran, fundamentalmente, el amor. Esta corriente anuncia la decadencia del Neoclasicismo y abre las puertas del Romanticismo.
La narrativa es casi inexistente en España durante este período. Prácticamente, se reduce a la Vida de Diego de Torres y Villarroel, o al relato Fray Gerundio de Campazas del Padre Isla.

Otra modalidad de gran influencia en esta época fue el periódico. Literarios, científicos o de curiosidades, publicaciones como el Diario de los Literatos de España, El Censor o El Correo de Madrid contribuyeron a difundir en España las teorías y las ideas del momento, asentando los principios de la Ilustración.

Por el contrario, el ensayo es el género dominante. Esta prosa educativa y doctrinal muestra un deseo de acercarse a los problemas del momento, tiende a la reforma de costumbres y suele hacer uso de la forma epistolar.

A veces, el intercambio intelectual de estas obras produce sonadas polémicas, como por ejemplo la que se estableció con motivo del provocativo "¿Qué se debe a España?" del francés Masson de Morvilliers en su Enciclopédie Méthodique (1782). Fue contestado con la reivindicación Oración apologética por España y su mérito literario de Juan Pablo Forner (1786); que fue a su vez ridiculizado por la sátira Oración apologética en defensa del estado floreciente de España (1793), más conocida como Pan y Toros atribuida a veces a Jovellanos, pero realmente de León de Arroyal.

En teatro, los principales cultivadores fueron los del grupo madrileño. Se sometieron a lo que enseñaban los preceptistas clásicos y modernos, y crearon un teatro en pos de los intereses políticos y morales de la época.

Existen tres tendencias:

* Tendencia tradicional.

Durante la primera mitad del siglo XVIII el teatro se encuentra en decadencia. Hay continuadores de Calderón de la Barca, carentes casi todos de inventiva. Entre el público triunfan las comedias de enredo, de magia, de milagros de santos y de historia. Para la aristocracia, se montaron zarzuelas y óperas, de gusto italiano. Se estrenan también algunas traducciones de obras francesas. Los ilustrados criticaron y satirizaron, pidiendo la representación de obras que enseñasen buenos ejemplos y que respetasen las reglas aristotélicas.

* Tendencia neoclásica.

Tratando de acabar con esta decadencia, el conde de Aranda mandó rescatar las obras del Siglo de Oro que no infringieran demasiado las directrices aristotélicas, adaptándolas de ser necesario, y apoyando también la traducción de obras extranjeras. A su vez, también animó a los escritores neoclásicos a componer nuevas tragedias vinculadas con la razón y las nuevas reformas que se estaban imponiendo. Varios autores ilustres aceptaron esas ideas, aunque pocas obras atrajeron al público.

* Tendencia popular.

Los sainetes gozaron del apoyo popular. Estaban escritos en verso, emparentado con los pasos y entremeses de los siglos anteriores. El autor más importante de sainetes fue Ramón de la Cruz.

El teatro adopta las nuevas modas que llegaban de Francia. En el teatro neoclásico también se impuso la razón y la armonía como norma. Se acató la llamada «regla de las tres unidades», que exigía una única acción, un solo escenario y un tiempo cronológico coherente en el desarrollo de la acción dramática. Se estableció la separación de lo cómico y lo trágico. Se impuso la contención imaginativa, eliminando todo aquello que se consideraba exagerado o de «mal gusto». Se adoptó una finalidad educativa y moralizante, que sirviera para difundir los valores universales de la cultura y el progreso.

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